lunes, 21 de febrero de 2011

No me arrepiento de aquellos besos. Tampoco de los abrazos, de las caricias, de las miradas, y por supuesto tampoco de los "Te quiero" a todas horas. 
No, no me arrepiento de los regalos, de las cartas, de las llamadas, o de las escapadas a ninguna parte.
Tampoco lo hago de las mentiras que contamos para poder huir juntos, que desencadenaban en miles de placeres y sonrisas indescriptibles de las que tampoco me arrepiento. No me arrepiento de ningunos de nuestros planes de futuros. De cómo sería nuestra casa, o cómo se llamarían nuestros tres hijos.
Y es que no me arrepiento de un sólo minuto de los que pasamos juntos. Incluso podría decir que no me arrepiento de los gritos, de las lágrimas, de los insultos. No, de eso tampoco, al fin y al cabo siempre nos llevaron a la reconciliación.
Pero ¿sabes? hay algo de lo que sí me arrepiento. Me arrepiento de las noches que pasé sin dormir pensando en qué hacía mal. De los días sin salir de casa entre lágrimas sin tener noticias tuyas. De las veces que pedí tu amor sin respuesta. Me arrepiento del tiempo que perdí tratando de encontrar una respuesta, tratando de saber por qué ya no me querías. Qué hacía mal. En qué fallaba. Me arrepiento de pensar que era yo la culpable.
Pero ahora, ahora echo la vista atrás y se que no fue así, que fue tu egoísmo y orgullo lo que destruyó todo lo que construimos. 
Así, sólo me queda decirte gracias, gracias por hacerme sentir mal cuando tú sabías que era tu culpa. Cuando tú sabías que me hacías daño con tu silencio. Muchas gracias por aquellas noches rotas que pasé sola, gracias  por todo. Pero sobre todo, gracias por hacer que haya aprendido, gracias por hacer que no vuelva a caer, o eso creo.

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