miércoles, 16 de febrero de 2011

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Fue a hacerse la manicura, como cada mes. Entró por la puerta, y allí estaba la señora que le hacía las uñas, una mujer de unos cincuenta y cinco años, un poco rellenita, pero con una bondad indescriptible.
Pero, no fue como un día cualquiera. Una llamada inesperada irrumpió la monotonía de la cita.
-Vaya.. es importante, ¿me disculpas? ¿tienes prisa?
-No, no te preocupes, habla. -Parecía importante, sospechó que sería algún amor, por su tonta sonrisa.
Al volver, la dependienta desprendía tanta tristeza, parecía tener un vacío tan grande.. Que supongo que tenía que desahogarse, y lo hizo con ella, con una clienta de diecisiete años que no conocía de nada.
- Me ha dejado.-Comenzó ésta. La joven no sabía que decir, así que opto por callar, se dedicó simplemente a escuchar.
-La verdad, tampoco me sorprende, él es así de extraño. Pero no sé, después de cuatro años me duele. Yo le quiero como a nadie, ¿sabes?, más que he querido a mi marido. Con él, es como si tuviese de nuevo quince años. Estoy enamorada como una cría. Pero, nuestra balanza estaba desajustada. Yo daba demasiado y el apenas nada. Aunque con él sufro y lo paso mal, es peor aún no estar juntos.
Me ha dicho de quedar el sábado para que recoja mis cosas de su piso.. Se que es una excusa para vernos. Y no voy a poder evitar echarme a sus brazos.. Lloraré y le preguntaré por qué. Intento ser fuerte pero él es mi debilidad. Es un hombre guapísimo, ¿sabes? Es francés, se llama Patrick, y tiene ese encanto que caracteriza a los franceses. Es perfecto, lo adoro. Quiero pensar que me quiere, que no se conformó conmigo porque sabe que no va a encontrar nada más. En realidad no lo hará, no encontrará nunca a nadie que le quiera como lo hago yo. Puede que le divierta más en la cama, pero no le dará el cariño que yo le daba.
Tú eres joven, puedes encontrar a más chicos, ¿pero yo? yo no me volveré a enamorar, y aunque pudiese nunca lo haría como lo estoy de él.
Pero bueno.. no se cómo acabará todo esto. En fin, ¿manicura francesa?
-Sí, como siempre.
-Vale.
Y sin más, ella terminó su trabajo y la joven se marchó atormentada por su historia. Se preguntó si alguna vez sabría como terminó. Pero lo que más le horrorizaba era darse cuenta de que el desengaño, el dolor, los corazones rotos, no tienen edad. Temía que le persiguiesen de por vida, como a aquella pobre mujer.

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